Antoni Puig Solé – ElComun.es 27/06/2022
Los precios están subiendo día tras día. Ante esta subida, la clase obrera sólo tiene dos alternativas: o luchar para defender su nivel de vida o empobrecerse.
La prensa oficial presenta cada trastorno económico como un acontecimiento único provocado por factores externos. Ahora dicen que la guerra en Ucrania es la fuente de la inflación y dirigen las miradas hacia Putin. Antes, el causante de los problemas fue la pandemia, de la que inicialmente acusaron a China. Estos acontecimientos tienen un papel importante, pero no son la causa principal de la inflación.
Una primera causa se encuentra en el intento de larga duración de la burguesía de combatir la crisis estimulando el consumo y promoviendo las inversiones inyectando grandes cantidades de dinero a la economía. Si la oferta monetaria aumenta sin producir más valor, el dinero pierde valor y los precios suben. Por lo tanto, las condiciones para la inflación ya estaban instaladas antes de la guerra. Sin embargo, como el dinero no fluyó a la producción sino a la especulación debido a la falta de oportunidades de inversión rentables, en un primer momento sólo aumentaron los precios de los inmuebles más bien ubicados, de las acciones con altas expectativas de ganancias y otras inversiones raras como las criptomonedas.
El coronavirus agravó la situación. Los gobiernos capitalistas abrieron los grifos de dinero para evitar un colapso total de la economía y se inyectaron cantidades colosales de dinero en la economía global. En muchos sitios, el dinero incluso se distribuyó directamente a la población, para evitar revueltas. La paralización de una parte de la producción durante el confinamiento y el aumento de la demanda después, ocasionaron problemas de suministro y escasez de ciertos componentes, debido a la anarquía del mercado capitalista y las complejas cadenas de producción que han prosperado en las últimas décadas. La falta de oferta provocó una dinámica de aumentos de precios. La guerra en Ucrania con todas sus consecuencias, especialmente para los precios de la energía y los alimentos lo agravaron.
Sin embargo, uno de los elementos que ha afectado negativamente los precios de la energía, no se encuentra en la guerra en Ucrania, sino en una de las causas que la han provocado. Europa occidental estaba comprando gas a Rusia y había logrado unos buenos contratos y construido infraestructuras para asegurar el suministro. Pero los EEUU quiere obligarla a comprar gas natural licuado caro a empresas norteamericanas y en parte ya lo consiguió antes de la guerra. Esto puso a los capitalistas alemanes y otros europeos en desventaja competitiva al aumentar sus costes individuales y este aumento de costes repercutieron sobre los precios de las mercancías.
Si bien la guerra no ha sido la causa de la inflación, la estratagema económica y financiera mundial lanzada contra Rusia por los EE.UU. y la OTAN la han agravado. Ahora EEUU exige a sus satélites de Europa occidental que dejen de comprar a Rusia, no sólo gas natural como venían insistiendo antes, sino también petróleo, fertilizantes, grano, metales y otras materias primas. Muchos capitalistas europeos son conscientes de que estas exigencias son perjudiciales para ellos. Sin embargo, resistir las demandas de Estados Unidos requeriría que la Unión Europea encontrara la manera de cortar su vínculo con la OTAN y esto es poco probable. Esta subordinación a los EE.UU. conlleva, no sólo el aumento de los precios de la energía, sino que afecta también a diversas ramas de la industria y a los precios de los alimentos.
Para combatir la inflación, los bancos centrales acostumbran a aumentar los tipos de interés. Sin embargo, si ahora suben los tipos, las inversiones, que ya son bajas, seguirán bajando. Sin préstamos baratos, las deudas, que en los últimos años han tomado proporciones gigantescas en todos los ámbitos, ya no se podrán pagar. Los estados más endeudados deberán pagar más intereses y se los deberá rescatar, lo que agravará la situación. La clase trabajadora, si no reacciona, sufrirá con más fuerza los efectos de todo ello.
En un artículo anterior dedicado al aumento del salario mínimo, expliqué que los incrementos salariales no acrecientan los precios. Ahora, los economistas oficiales recomiendan moderación salarial para no agravar más la dinámica inflacionaria y puede que los sindicatos acaben aceptando este argumento perverso. Tras la pandemia, el paro se ha reducido y muchos trabajadores están dispuestos a ir a la huelga para mejorar sus condiciones laborales. Ninguna de estas luchas va a provocar más inflación.
Los trabajadores debemos ignorar los consejos de los economistas oficiales de limitar las demandas salariales con la excusa de reducir los precios. Eso no funcionó en el pasado y no funcionará ahora. Tampoco debemos poner esperanzas en los controles de precios del gobierno para detener la inflación. Aunque se impongan controles, no se garantizará el poder adquisitivo de nuestros salarios. Si no reaccionamos, los patrones nos aplastarán a nosotros y a nuestros sindicatos. Esta es una lección que ya deberíamos haber aprendido. Ningún capitalista dejará de sacar provecho a la hora de vender sus mercancías. Tampoco nosotros, vendedores de nuestra fuerza de trabajo, debemos hacerlo.
Article original: elcomun.es
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