Ivan Gordillo – Viento Sur 30/09/2013

“Un libro imprescindible” anuncia el título del excelente prólogo de Manuel Garí y Nacho Álvarez. Ciertamente, el libro del economista Michel Husson, El capitalismo en 10 lecciones 1, es del todo necesario para quienes deseen iniciarse rigurosamente en la crítica marxista del capital. Husson consigue sintetizar en 10 capítulos los elementos fundamentales para entender y criticar el capitalismo, en un volumen de fácil lectura, pensado para el público general y acompañado de las agudas ilustraciones de Charb, sin las cuales el libro no sería igual de incisivo. La propuesta del economista marxista, de origen francés, es también una buena herramienta para activistas que quieran introducir-se en la crítica de la economía política.

¿Qué es el capital?

El orden de los capítulos no es aleatorio, sigue un hilo conductor que va desplegando los elementos y categorías fundamentales para entender el capitalismo en su fase actual. La lección que abre este breve curso ilustrado de economía heterodoxa aborda de qué hablamos cuando hablamos de capitalismo como sistema económico-social. En la primera página se establece una definición de capital, como relación social basada en la propiedad de los medios de producción. Esta apropiación privada diferencia entre quienes tienen y quienes, al no tener nada, deben vender su trabajo para vivir. El capital se define como una relación social basada en la explotación; no es, entonces, sólo una cantidad de dinero ni una inversión mobiliaria, productiva o financiera. Dónde hay capital hay trabajo, y se reproduce mediante un proceso de permanente autovalorización, regido por un régimen de competencia que obliga a cada capitalista a aumentar su capital reduciendo el valor unitario de cada mercancía, y que es sacudido por sus propias contradicciones durante las crisis.

Pero esto no ha sido –ni será– siempre así, se trata de un sistema de producción histórico que, como todos los anteriores, tiene su momento de emergencia, maduración pero también de extinción. La división del trabajo y el mercado son consustanciales al capitalismo, pero también caracterizaron sociedades anteriores, en las que a diferencia del capitalismo el valor de uso regía la producción y el comercio. Si entendemos la historia como un proceso dialéctico observamos como lo viejo da paso a lo nuevo dejando siempre un sedimento donde las nuevas formas desarrolladas de relaciones sociales de la producción, el intercambio y el consumo conviven con otras más arcaicas. Husson combina varios factores para explicar el surgimiento del capitalismo: el mercantilismo de las ciudades estado entre el siglo XIV y XVI; el saqueo de las regiones descubiertas y colonizadas más allá de Europa; la posterior revolución industrial; el acceso a recursos naturales como el carbón y los progresos tecnológicos; la subsunción del trabajo al capital –especialmente a través de la mecanización de la industria–, los aumentos de productividad que esto produjo; la destrucción progresiva de los commons, es decir, las tierras y los recursos de uso colectivo propios de las sociedades campesinas, y los cambios institucionales que facilitaron la conversión de la aristocracia en burguesía agrícola e industrial. Lejos de tratarse de un proceso “natural” más bien asistimos a un proceso histórico caracterizado por la violencia estatal y el enfrentamiento entre grupos sociales. Este escenario complejo no permite explicaciones mecanicistas, monolíticas, de burda lógica monocausal. El surgimiento y expansión del capitalismo adopta diversas formas dependiendo de las peculiaridades autóctonas de cada región, influido por las nuevas características de las fases de su desarrollo por todo el planeta.

¿De dónde viene el beneficio?

¿De dónde viene el beneficio?, es el título del segundo capítulo. Como pilar fundamental de la acumulación del capital, Husson lo aborda partiendo de la noción de excedente: aquello que la sociedad produce por encima de su nivel de mera reproducción de las condiciones de existencia de los productores. En una sociedad de clases como la capitalista este excedente es apropiado por un grupo reducido dentro de ella. El apartado sobre las teorías del beneficio es sin duda uno de los mejores fragmentos del libro. Partiendo de la teoría del valor-trabajo iniciada por los clásicos Smith y Ricardo y perfeccionada por Marx, Husson consigue resumir en pocas páginas las críticas más importantes a los pilares de la teoría económica ortodoxa como el individualismo metodológico, los modelos de equilibrio, la optimización paretiana, la remuneración de los factores capital y trabajo, y la ya demostrada falaz, por los mismos keynesianos de Cambridge, teoría del capital. El autor va más allá del burdo tópico según el cual los economistas son agentes a sueldo del capital o que la mera utilización de las matemáticas en sus modelos es reaccionaria. Lo más grave de la economía dominante, denuncia, es la pretensión de que se basa en una visión científica de la sociedad y, por tanto, no intoxicada de ideología aunque sea obvio que estas afirmaciones ya están, en sí mismas, saturadas de ideología.

¿Por qué los ricos son más ricos?

La tercera lección aborda rigurosamente la evolución y profundización de las desigualdades. Para explicar por qué los ricos son mas ricos hace falta observar la estrecha relación que guardan dos características básicas del capitalismo: el aumento de la productividad y el incremento de las desigualdades. Hasta los años 70 los aumentos de productividad se veían reflejados en aumentos salariales. Después de la crisis de los 70 y la ofensiva neoliberal, los aumentos de productividad se empezaron a revertir mayoritariamente en los beneficios empresariales estancando así los salarios. De este modo las rentas del capital ganaron terreno en detrimento de las rentas salariales en el conjunto de la renta nacional. A pesar de que diversos estudios indican que el número de pobres se ha reducido en los últimos años, no es menos cierto que han aumentado exponencialmente las desigualdades sociales. Así, la pobreza relativa sigue en aumento, pues la pobreza misma no es en sí un valor estanco que se pueda considerar abstractamente, sino que está en función del conjunto de la sociedad, de su modelo de consumo y su cultura. Por ello, a pesar de la aparente paradoja, la inmensa acumulación de riqueza es la responsable de la profundización de las desigualdades. El capitalismo es enormemente excluyente y las necesidades sociales se satisfacen solo si son rentables.

¿Qué necesitamos (realmente)?

Precisamente sobre las necesidades, ¿Qué necesitamos (realmente)?, versa el cuarto capítulo. Husson muestra como los cambios en la estructura de la demanda acentúan la crisis sistémica. Se observan tres tendencias. Primero, el desplazamiento de la demanda social de los bienes manufacturados a los servicios, estos últimos caracterizados por unas tasas de productividad menores. Segundo, la reducción de la presión fiscal, al mismo tiempo que aumenta el consumo del sector público, contrarrestado parcialmente durante las últimas décadas por la ola de privatizaciones. Y tercero, la evolución de la productividad, creciente pero a un ritmo menor. La combinación de estas (contra)tendencias da lugar, según Husson, a una demanda social cada vez menos conforme con las exigencias de rentabilidad, en contradicción con las exigencias de acumulación, porque equivale a un desplazamiento hacia sectores de menor potencial productivo y de menor potencial en términos de beneficio. Dado que lo importante para el capital es la rentabilidad se intentará adecuar las necesidades a este objetivo sin considerar su satisfacción social óptima.

Una de las salidas a esta situación de estancamiento de la rentabilidad en los sectores productivos y de las rentas salariales, comentada anteriormente, es la inversión en sectores de bienes de lujo. Estos sectores son favorecidos por la desigualdad en el reparto del beneficio hacia arriba. Este proceso no es suficiente para explicar el desencadenamiento de la crisis, que veremos más adelante, pero nos muestra la transición hacia un capitalismo que acumula poco y profundiza las desigualdades y en el que su reproducción pasaría necesariamente por una involución social generalizada.

¿Qué no es mercancía?

La quinta lección: ¿Qué no es mercancía?, presenta otro de los procesos importantes en la dinámica del capital: la mercantilización de la vida. Destaca como el trabajo se ha convertido en una mercancía y como la extensión del capitalismo al conjunto del planeta ha permitido al capital hacerse con reservas inagotables de mano de obra barata mediante la disolución de las formas de vida precapitalista. Esta dinámica aumenta los ejércitos de reserva en los países desarrollados y presiona a la baja los salarios. También aborda los más recientes debates sobre la mercantilización de la naturaleza, el conocimiento, los productos inmateriales y los commons. En uno de los pasajes más interesantes, Husson recupera la crítica a la teoría ortodoxa que pretende reducir todo comportamiento humano a un cálculo individual de utilidad traducible en dinero, algo a todas luces irracional sobre todo si tratamos con bienes públicos o colectivos. Como resistencia a esta dinámica, destaca Husson, que todo progreso socialha pasado por procesos de desmercantilización, forzosamente impuestos al capitalismo pues van en contra de su lógica profunda.

¿Es posible un capitalismo verde?

El capítulo sexto aborda otro de los debates más en boga recientemente: ¿Es posible un capitalismo verde? Para justificar su imposibilidad, Husson analiza el efecto que tendría en la rentabilidad una hipotética reducción de la intensidad energética en la producción. Por un lado se observa que si se pretende mantener la tasa de beneficio, al mismo tiempo que se aumenta el coste por la introducción de tecnologías más limpias, indudablemente se hará a costa de las rentas salariales. Por otro lado, la rentabilidad se verá deteriorada pues productos más eficientes energéticamente tendrán un coste superior para los consumidores, y aquí es donde surgen los problemas en la realización de estas mercancías en un contexto de estancamiento salarial. Husson también critica detalladamente como las soluciones de mercado para la cuestión ecológica están condenadas al fracaso, destacando así la contradicción entre eficacia medioambiental y eficacia económica entendida, estrechamente, como la optimización del beneficio. Capitalismo verde es un oxímoron, y sus defensores olvidan que este sistema se basa en la ganancia, la competencia y la ley del valor.

¿A que conduce la globalización?

Otro de los fenómenos importantes en la historia reciente del capitalismo es abordado en la séptima lección: ¿A que conduce la globalización? En ella se describe lo que se ha llamado popularmente como la fábrica global, así como la internacionalización de la división del trabajo, el papel de las multinacionales y los movimientos de la inversión extranjera directa. Una de las consecuencias de este fenómeno ha sido la erosión de los modelos sociales, sobretodo en Europa, mucho más difíciles de defender ahora que no hay fronteras para el capital ni éste siente la presión de la existencia del antiguo bloque soviético.

El papel de Europa

El papel de Europa y su unión económica y monetaria, abordado en el capítulo octavo, es fundamental en la historia de la globalización. Después de una breve revisión histórica desde la CECA al actual sistema euroliberal, Husson analiza las consecuencias del proceso de integración europeo. Lo que debería haber sido una senda de convergencia hacia arriba de los sistemas sociales de bienestar se ha acabado convirtiendo en la negación de esa Europa social regida por políticas económicas keynesianas. La construcción europea, particularmente la unión monetaria, tenía de entrada enormes complicaciones pues organizar un espacio económico donde coexisten países con niveles salariales y de productividad muy divergentes no es fácil sin grandes dosis de voluntad y coordinación política.

La lógica de la competencia, en plena contrarrevolución neoliberal, fue la bandera izada por los gobiernos, muchos de ellos socialdemócratas, para la mayor ola de privatizaciones de empresas y servicios públicos que jamás se haya visto. Los criterios de Maastritch fueron el corpiño definitivo para encauzar la política económica de los estados miembro: la moneda común y el pacto de estabilidad institucionalizaron la austeridad como única política económica posible. Los favorecidos, una vez más, han sido los grandes grupos empresariales que han visto flexibilizarse los mercados de trabajo y reducirse los salarios. La crisis, señala el autor, no ha hecho más que poner de manifiesto las incoherencias y asimetrías del sistema euro. Pero el objetivo del proceso de integración nunca fue tender a una mayor coordinación y convergencia, sino conseguir la liberalización económica, lógica que se acentúa tras la aplicación de las recetas de austeridad en el actual momento de crisis.

¿Qué es una crisis?

Las dos últimas lecciones abordan el fenómeno de la crisis y la recesión actual. Husson explica como la crisis es intrínseca a la dinámica capitalista y establece cuatro dimensiones para entender como las grandes crisis y sus posteriores consecuencias dieron lugar a las diferentes fases del capitalismo: régimen de acumulación (la economía), paradigma tecnológico (la técnica), regulación social (lo social) y división internacional de trabajo (lo internacional). Una de las conclusiones más contundentes es que los llamados “treinta gloriosos” fueron, en realidad, un paréntesis, una anomalía, en la historia del capitalismo. La crisis de los 70 presentó un aumento de las tasas de desempleo junto con una progresiva caída del crecimiento de la productividad. El auge del neoliberalismo puso fin al crecimiento del Estado de bienestar y estigmatizó la inflación, gran enemiga del capital financiero, que iniciaba un proceso de crecimiento y hegemonía que dura hasta nuestros días. La agenda neoliberal sirvió a los intereses del capital en un momento en que las políticas clásicas de relanzamiento de la economía no funcionaron. Esta nueva fase se caracterizó por un descenso del peso de los salarios y un alza de la tasa de beneficios, simultáneamente al estancamiento de la tasa de acumulación (inversión) y al aumento de la parte destinada a los dividendos de los accionistas. La crisis actual, en lugar de presentar un retorno al tipo de capitalismo regulado, está suponiendo una profundización de las políticas neoliberales junto con una regulación caótica incapaz de hacer frente a las contradicciones que caracterizan el capitalismo en su fase de globalización o internacionalización.

Directos al precipicio

Por último, quienes piensen que el capitalismo verá su fin tras una gran crisis que haga insoportables sus contradicciones no pueden andar más equivocados. Husson es categórico: el capitalismo no es una fruta madura y no se hundirá a pesar de su pérdida de eficacia. La idea misma de una “crisis final” es intrínsecamente absurda, porque el capitalismo no es solamente un modelo económico, sino un conjunto de relaciones sociales; y éstas sólo pueden ser cuestionadas por la iniciativa de fuerzas sociales decididas a superarlas.

La mejor contribución que se puede hacer a la crítica del capitalismo y a la construcción de una teoría que sea una enmienda a la totalidad del sistema es la adecuada explicación de cómo funciona realmente. No hay nada más frustrante y estéril que construir una teoría o emprender una acción política a partir de premisas erróneas. Es necesario conocer qué se esconde detrás de los velos ideológicos con los que se pretende naturalizar relaciones de explotación y dominación que no son más que históricas y sociales, por tanto combatibles y transformables. Para ello hay que tener conciencia de cómo funciona la sociedad, y las 10 lecciones de Husson son un buen comienzo: riguroso, pedagógico y estimulante.

30/09/2013

Ivan Gordillo miembro del Seminari D’economía Crítica Taifa

Article original: http://vientosur.info/spip.php?article8354

1/ Michel Husson, El capitalismo en 10 lecciones, Los libros de Viento SurLa Oveja Roja, Madrid, 2013.