Con más de cinco millones de desocupados y previsiones de que la economía siga en picada varios años más, España volvió a acatar las órdenes de Bruselas. Este es el cuarto ajuste que Mariano Rajoy aplica desde que asumió el gobierno, atendiendo a las recomendaciones de los ministros de Finanzas de la Eurozona. Pero por mucho que siga apretando, nada asegura que se pueda cumplir con el compromiso de llevar el déficit a menos del 3 por ciento del PIB para 2014. Por izquierda y por derecha, crece el descontento hacia uno de los mayores ataques al Estado de Bienestar en la historia democrática de ese país. Como catedrática emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona, Miren Etxezarreta es una de las principales críticas a las políticas de ajuste impuestas por los grandes agentes económicos y la Unión Europea y aceptadas “gozosamente” por los gobiernos españoles, desde que estalló la burbuja financiera. En medio de la ebullición que prenunciaba el estallido popular en las principales ciudades españolas, esta profesora de la UAB pintó ante Cash un escenario devastador para el futuro cercano de España.

–¿Por qué asistimos a una sucesión de crisis?

–Esto es algo que sucede regularmente en el capitalismo. La crisis más importante fue la de 1929, pero lo cierto es que, desde los años ’70, hubo sucesivas crisis. Mi argumento es que, si hay capitalismo, es imposible que no haya crisis. En el período que va del ’45 al ’75 se creyó que habíamos aprendido a resolver el tema de las crisis, pero en los años ’70 se demostró que no había sucedido tal cosa, y desde entonces no ha dejado de haber crisis.

–La crisis que estalla en 2007/2008 fue objeto de distintas interpretaciones y, consecuentemente, tomó distintos nombres. ¿Usted cómo la definiría?

–Lo que se inicia en 2008 es la explosión de la burbuja financiera, con muchos otros elementos: una disminución de los salarios de la población activa –aspecto que generalmente se olvida– y una relación importante de exceso de capital financiero en relación con la economía real. La explosión de la burbuja financiera dio lugar, más tarde, a la crisis de la deuda. En Europa, lo que se considera “crisis de la deuda” está referido a una parte importante de la deuda pública y de la deuda financiera. La crisis de la deuda se inicia en una segunda etapa, a finales de 2009, porque las medidas de política económica que se toman para intentar salir al paso de la crisis causan un aumento de las deudas públicas. Ese se sumó a las deudas privadas que ya existían. A mí no me parece correcto sumar todas las deudas por igual.

–¿Por qué?

–Porque una deuda pública correspondería a todo el país. En cambio, las deudas privadas pertenecen a instituciones privadas: empresas o bancos. No me parece ni correcto ni legítimo igualar las dos deudas, creo que eso se hace para justificar las medidas destinadas a resolver el problema de la deuda privada, cuando eso lo tendrían que resolver las propias instituciones privadas.

–¿Cómo analiza la relación entre lo público y lo privado, en el marco de esta crisis de la deuda?

–La crisis financiera se plasma en una crisis económica, afectando también al sector real de la economía. Para intentar palear esta crisis (y pagar la deuda privada), los Estados incurren en una deuda importante. Para que esto pase más desapercibido y la opinión pública lo acepte, se presenta la deuda como un bloque. Entonces, la deuda pública es consecuencia de la crisis financiera y de la crisis económica anterior.

–Usted afirmó estar de acuerdo con salvar al sistema financiero, pero aclaró que ello no significa necesariamente salvar a los bancos. ¿Por qué?

–Este no es un salvataje dirigido a resolver el problema de la financiación de la economía, que se hubiera podido hacer de otra manera, a través de una banca pública, por ejemplo. Todo el salvataje se ha hecho orientado a potenciar y favorecer los intereses del capital financiero, capital dominante en esta etapa del capitalismo. Por eso, creo que es ilegítimo decir que hay que salvar al sistema financiero y recurrir, para ello, a medidas que favorecen a los propietarios del capital.

–¿Cuál cree usted que debería ser la función de la banca pública frente a la crisis?

–Una función sana de las finanzas sería financiar la operación de la economía real. La función de una banca pública sería servir de transmisor de los ahorros de una parte de la población a las necesidades financieras de otra parte de la población que quiere producir los bienes y servicios que esa población desea o necesita. Ahora estamos en una situación completamente distinta en la que el capital financiero, a través de nuevas arquitecturas de ese capital, se ha expandido de manera exponencial y brutal. Actualmente, se calcula que el volumen del capital financiero que circula por el mundo es más de setenta veces mayor que la riqueza mundial real. Esto vuelve imposible que se pueda salir con una cierta coherencia. Además, el sistema real no puede crecer cuanto necesita para generar empleo y formas de vida para la población.

–Las estimaciones que circulan indican que, en el mediano plazo, la recesión en España será mayor a la que se había calculado. A eso se agregan índices record de desocupación. ¿Cómo se conjuga este escenario con los objetivos de déficit a los que se comprometió el gobierno español con la Unión Europea?

–No es posible conjugar esas dos variables. Se intenta alcanzar el objetivo de déficit, impuesto por los grandes agentes económicos y por la Unión Europea, pero aceptado gozosamente por los gobiernos españoles (no tenemos que pensar que viene todo de Bruselas) a través de unas políticas que están asfixiando a la economía y a la población del país: nuestra tasa de paro (desocupación) es mayor al 24 por ciento, mientras que la de los jóvenes es superior al 50. Nosotros estamos en el caos. Las políticas de ajuste que se están impulsando suponen un estrangulamiento mayor para la población. Si la población no tiene recursos no hay demanda, si no hay demanda no se genera actividad económica y no hay empleo. Algunos economistas dirán “lo que hay que hacer es exportar”.

–Y usted ¿cuál cree que es la salida?

–España exporta bastante pero no puede exportar tanto como le haría falta, necesitamos una demanda interna. Además, las exportaciones no alcanzan para cubrir la demanda de empleo. Aunque el verano haya hecho aumentar un poco la demanda de empleo, tenemos medio millón más de desempleados que el año pasado. Y me temo que el año próximo tendremos más de medio millón de desempleados más con estas políticas.

–¿Existe la posibilidad de que el Estado impulse políticas contracíclicas, orientadas a fortalecer el mercado interno?

–Las políticas deberían estar orientadas a recuperar la demanda y la confianza de la población en las posibilidades de futuro. Pero ninguna de las políticas existentes va en esta dirección. Por ejemplo, el mercado laboral es una auténtica catástrofe, no solamente en términos de paro, sino de salario y precariedad en el trabajo. La gente que tiene empleo teme quedarse sin él y, además, los salarios están disminuyendo. Habiendo cinco millones de parados, las medidas de ajuste contemplan la disminución del salario público. Como ve, en este caso, las medidas no son contracíclicas sino procíclicas. Pero, por supuesto que se podrían dar medidas contracíclicas.

–¿Cómo?

–Primero, no hay ninguna razón para que el control del déficit se tenga que hacer en los plazos que dice Bruselas. Evidentemente, una economía no puede vivir siempre a déficit, pero eso no quiere decir que deba resolver el problema en tres años cuando ha habido graves problemas anteriores. Después, hay que ver que, si la economía no crece, no podrá haber ingresos públicos que permitan disminuir el déficit y pagar la deuda. Las medidas de François Hollande, mandatario de Francia, son keynesianas y más lógicas. Aquí se podrían tomar esas medidas keynesianas si no existiera la espada de Damocles que significa resolver el problema del déficit en tres años, que es una medida absolutamente suicida por parte de la Unión Europea y los gobiernos que la aceptan. Porque, por mucho que lo ha intentado el gobierno anterior y por mucho que lo intente éste, los déficit en España son considerablemente superiores a lo que se pacta con la Unión Europea; eso no se puede evitar.

–Usted ha señalado que hasta 2010 hubo una débil actuación de la Unión Europea y que estas cuestiones se resolvían a nivel nacional. ¿Por qué cree que aumentó la participación de la UE?

–Hay una razón muy clara: el nivel de deuda de toda la periferia europea. La deuda de Irlanda, Portugal, Grecia, España y probablemente Italia pone en peligro la estabilidad del euro. Ante eso, la Unión Europea decide actuar. El primer apoyo que hizo la UE en una cumbre fue decir que se facilitarían 200 mil millones de euros como ayuda a la crisis, de los cuales 170 mil millones eran la suma de las ayudas nacionales y sólo 30 mil millones eran de la Unión Europea. Es como ponerle la guinda al pastel.

–¿Cree que la lógica de funcionamiento del MEDE, el nuevo fondo de estabilidad financiera regional, repite este espíritu?

–Las agencias que evalúan las economías exigían que el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) pudiera prestar aproximadamente la mitad de su capital, el resto era necesario dejarlo para que fuese evaluado como “solvente”, según las agencias de evaluación. Es el máximo del absurdo: las instituciones más potentes del mundo, como el FMI y la UE, crean un fondo para ayudar en la crisis y las agencias de evaluación exigen que la mitad de ese fondo quede en depósito para generar confianza.

–¿Por qué cree que actualmente el rol del Fondo Monetario está siendo más activo en la Unión?

–El Fondo Monetario se había ocupado durante los ’70 y ’80 de la crisis de la deuda en América latina y en el resto de los continentes de la periferia, pero no había entrado nunca en Europa ni en Estados Unidos. Pienso que esta crisis le proporciona una magnífica oportunidad para hacerse presente en los países centrales, por eso está decidido a participar en toda la situación.

–¿Hay una puja de intereses entre el FMI y el BCE?

–Sí, eso quería decir. El FMI quiere estar presente donde está el Banco Central Europeo. Está haciendo todos los esfuerzos y aprovechando todas las oportunidades para entrar en un área de la que, hasta ahora, estuvo bastante marginado. Evidentemente, el Fondo responde a esa gran rivalidad entre instituciones públicas e intenta tener más capacidad de incidencia en el manejo de los capitales en el mundo entero.

–Aunque, incipientemente, Alemania estaría cambiando la tendencia de su evolución económica. ¿Cómo cree que hay que tomar esta información?

–La economía alemana se está resintiendo por la mala coyuntura del resto de Europa, porque la mayoría de las exportaciones alemanas van al resto de Europa. Si el resto de Europa está prácticamente parado, con excepción de unos pocos países, Alemania lo está notando. Ahora, Alemania está haciendo un gran esfuerzo por ampliar su mercado en los países emergentes, ésa es su expectativa. Está asfixiando a Europa con la esperanza de que los países emergentes le puedan dar una respuesta. Y su especialidad productiva se lo facilita: vende máquinas de herramientas, no zapatos. Entonces es posible que los países emergentes la reciban mejor y que tenga allí más ventajas comparativas. De todas formas, algunos autores alemanes perciben que esta política también perjudica a Alemania, que puede resentirse seriamente con esta austeridad. Pero pienso que no es suficiente que Alemania cambie la tendencia.

–¿Por qué no? Alemania ha sido siempre el motor de Europa.

–Pero en las condiciones en que se encuentra Europa pienso que haría falta un poco más. Si Alemania se recupera ayudará a que se recupere toda Europa, pero eso no quiere decir que sea suficiente para sacarnos de la absoluta agonía en la que están nuestras economías. Y no me refiero sólo a las cuatro economías periféricas, también Francia y Bélgica están muy débiles. Hay algunos signos de que Alemania iba a estimular el mercado interno, y que los sindicatos del metal habían conseguido un aumento de salario importante. Las clases populares alemanas llevan diez años de una política de austeridad. Lo que ocurre es que eso les ha permitido exportar y, teniendo una política hábil respecto de las relaciones laborales, no tienen tanto índice de desocupación. Pero los trabajadores alemanes no la están pasando bien; no están tan mal como nosotros pero tampoco demasiado bien

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