Puede ser el abandono del euro la solución? Es posible que sea una salida. Puede ser más o menos difícil y costoso, pero es posible, como lo muestran los diez países de la UE que no forman parte de la eurozona. Pero no puedo evitar preguntarme qué supondría. La ventaja ma­yor es que los Esta­dos recuperarían la capacidad de devaluar, y, por lo tanto, podríamos vender más baratos en el exterior nuestros productos. El mítico mensaje de “ser más competitivos”. No es seguro que vender más barato suponga automáticamente vender más. Depende de la demanda de los otros países, y frente a ello poco podemos hacer desde el exterior. Puede no aumentar aunque baje el precio, porque sean otros los elementos relevantes para la competencia –calidad del producto, diseño, etc.–, y, además, depende de los precios de los competidores, que pueden ser tan bajos que una disminución de nuestros precios no altere la demanda.

Una devaluación supone encarecer nuestras importaciones, y a pesar de la crisis, son mayores que las exportaciones. Lo que hace que la subida de precios que la devaluación supondría pueda perjudicar nuestra balanza externa, dado que nuestra demanda para los productos que importamos –petróleo, materias primas, tecnología– es difícil de disminuir, pues los necesitamos para el funcionamiento básico de nuestra economía. Además, ¿cuánto tendrían que mejorar nuestras exportaciones para resolver nuestros problemas? Parece poco realista.

Quienes argumentan a favor de la salida del euro piensan que tener una moneda estatal permitiría una política económica autóctona y autónoma, sin las limitaciones férreas que nos imponen los programas de ajuste. Y aquí estoy mucho menos segura de que sea así. Vivimos en un mundo globalizado. Un país económicamente débil, como éste, tiene muy poca autonomía. Tanto frente a los mercados, a los que habría que recurrir para la financiación necesaria, como frente a las grandes empresas que dominan nuestra economía, y frente a los organismos internacionales, sobre todo FMI y OCDE que se han atribuido la capacidad de controlar las economías mundiales. ¿Qué diferencias supondría en el control al que estaríamos sometidos si nuestras condiciones de base, en el mejor de los casos, necesitan tiem­po para cambiar? Aquí es donde creo que la salida del euro es una ilusión.

En el mundo de un capitalismo agresivo y global, ¿Qué capacidad tiene la economía del Estado español para una ruta autónoma? En 1959, con el Pacto de Estabili­dad, España ya estuvo sometida al ajuste dictado por el FMI, y lo mismo en 1977 con el Pacto de la Moncloa, y en otras ocasiones. Salir del euro tendría que suponer muchas otras medidas, entre ellas el repudio de la deuda externa, puesto que si tuviéramos que pagarla en euros la situación sería totalmente inviable. Supondría asimismo otros muchos cambios de alcan­ce. Equivale a un tsunami eco­nómico y no veo que fuese a resolver nuestros pro­blemas fundamentales. ¿El salir del euro facilitaría algunas medidas de política económica que permitirían una pequeña recuperación temporal de nuestra economía? Con o sin él, tenemos problemas graves: una economía débil y depauperada, un sistema productivo totalmente desarbolado con muy pocas excepciones positivas, la población exhausta con tanto paro, dis­minución de salarios, precariedad laboral, etc. Salir del euro no facilitará mucho la solución a estos problemas, aunque es posible que tengan razón quienes lo propugnan.

En cualquier caso, no me parece el tema clave, y mucho menos el debate crucial entre quien deseamos otra sociedad. Es más eficiente plantearse la necesidad de salir del capitalismo. No es tanto un problema de moneda sino de sistema.

Font: Diagonal, 192

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